


En esta obra tomé una impresión a escala real —130 x 90 cm— de La pérdida de la virginidad (1891), de Paul Gauguin, y la rasgué con rabia. Durante doce minutos sostuve la mirada a la cámara e increpé la imagen: una mujer objetificada, congelada, violentada, inerte. Fue un gesto de venganza simbólica contra todo lo que ella encarna. También fue un acto contra la impunidad de un artista canónico y patriarcal, celebrado por siglos mientras sus abusos y exotizaciones eran sistemáticamente invisibilizados. La cocina se vuelve aquí un campo de batalla. La licuadora, los frascos, el delantal: objetos cotidianos, aparentemente inofensivos, se reconfiguran como armas domésticas al servicio de una justicia performática. La acción consiste en procesar al genio, triturar su obra, convertirla en pulpa. Licuar como gesto ritual, como acto necesario. Registro audiovisual: Cristian Arriagada. Registro fotográfico: Cristian Arriagada y propio. Ayuda técnica: Lauro Bande.